viernes, 24 de enero de 2014
domingo, 19 de enero de 2014
COMENTARIO DE TEXTO 1º Y 2º FECHA DE ENTREGA: LUNES 27 DE ENERO
El
descuido
Lo primero que leí sobre la democracia era una advertencia y la firmaba
Ángel Ganivet. Si los de abajo se mueven, los de arriba se caen. Lo segundo que
supe de este sistema de gobierno que pese a su mediocridad es lo mejor que
tenemos, como decía Churchill, se lo escuché en la televisión a don José María
Pemán, que llevaba ese don desde chiquito(…) porque era, entonces, el sabio
oficial, el mejor de todos nosotros, como se suele decir cuando de alguien se
quiere destacar que sin él no seríamos nada.
Pues el mejor de todos nosotros dijo en la televisión del Estado, que
entonces era la mejor de todas, que la democracia solo era posible en Grecia,
pues el pueblo cabía en un estadio y que por tanto se le podía preguntar qué
prefería, si galgos o podencos. Mientras tanto, venía a inferir el autor de El divino impaciente, era mejor estar como estábamos. Y
estábamos con Franco, claro, que mandaba mientras respiraba.
En esos mismos programas de adoctrinamiento de la democracia de nombre
químico, la democracia orgánica, le escuché decir a un periodista pillo y
audaz, Emilio Romero, qué hacía él cada vez que tenía que adaptarse a lo que
impusiera el poder, pues entonces el debate era entre falangistas, o
posfalangistas, y gente del Opus Dei. Dijo el entonces director de Pueblo, tan buen periódico, por cierto: “Pues cuando llueve
saco el paraguas, y cuando ya no llueve lo cierro”.
Así era. Luego vino la democracia, Pemán fue agasajado por todo el mundo en
el Palacio Real en las primeras fiestas democráticas organizadas por la
Monarquía (…) Romero ya había cerrado el paraguas e inauguraba el tiempo nuevo
con la misma audacia con que había sobrevivido en la anterior batalla.
Todo eso es pasado, o
casi todo, menos, quizá, lo que escribió Ángel Ganivet: cuando los de abajo se
mueven, los de arriba se caen. Se caen o se callan. Ha pasado en Burgos. El
alcalde quería hacer un bulevar, según él siguiendo el mandato popular. Pues el
pueblo se le levantó y le dijo que no era cierto, que ellos no querían ese
dispendio. Se movieron los de abajo y el alcalde se ha tenido que envainar,
después de días de disturbios, lo que había vendido como un favor a su pueblo.
Los políticos (pero también los periodistas) tienden a usar al pueblo como les
da la gana: declaran interpretar el sentir popular como si tuvieran un
sismógrafo. No es que tengan que reunir al público en un estadio, como sugería
Pemán para justificar la democracia de Franco, pero sí tendrían que atender a
lo que se dice en la calle aunque no sea en su favor. Si el alcalde de Burgos
hubiera puesto atención, Interior se hubiera ahorrado unos dineros y también
unos efectivos. Y una reacción que parecía hecha para detener la entrada de
Napoleón. No, si era tan solo gente que no quería un bulevar. Lo que le sobró
al alcalde fue descuido de lo público y arrogancia del poder, que eran los
alimentos de la democracia química que le gustaba a Pemán. El alcalde tendría
que haber leído a Ganivet.
El País (19 de enero de 2014) -adaptado-
Suscribirse a:
Entradas (Atom)