miércoles, 2 de enero de 2013

DEBERÍAIS

Queridos alumnos:
Debido a la alineación de los planetas provocada por el soslticio de invierno y teniendo en cuenta el desbarajuste horario propio de estas fechas tan propicias al olvido y a la relajación, procedo a informaros de la siguiente buena nueva:
El comentario de texto que mandé para las vacaciones queda relegado a simple trabajo opcional, es decir, que el que quiera subir puntos de su nota lo hace, y el que no, se dedica a disfrutar de los días que nos quedan de vacaciones. Advierto, por si alguien tiene dudas, que tengo buenos contactos en el gabinete asesor de Sus Majestades los Reyes Majos de Oriente, y que los mismos serán informados de vuestras intenciones con respecto a la consecución del mencionado comentario.
Dicho lo cual, procedo a cortar y pegar el texto de la Tía Rosa, y a desearos un feliz inicio de año 2013 :)

Carpe Diem

Nací a principios de enero, así es que para mí el final de año es doblemente final y melancólico: no solamente cambia la cifra del calendario, sino que además me hago oficialmente más vieja. Aquí estamos una vez más, entre lucecitas de colores y tatachines navideños, cumpliendo el viejo rito del tiempo que muere y nace.
La vida es sólo vida porque existe la muerte, y nuestra realidad no es más que un viaje brevísimo en el tiempo. Estas reflexiones son el lugar más común que concebirse pueda: no ha debido de existir un solo individuo, desde el principio de la humanidad, que no haya tenido alguna vez en su vida un pensamiento semejante. Ahora, en la celebración pública del fin de año, todos los ciudadanos del mundo occidental ( porque en otras culturas hay otros calendarios) andarán rumiando estas meditaciones. Si uno guarda suficiente silencio interior el 31 de diciembre, tal vez consiga escuchar el clamor de los pensamientos colectivos, todos esos millones y millones de mujeres y hombres que en el mismo día nos decimos: “Qué deprisa va esto, qué poca cosa somos”
A final de año el tiempo camina tan veloz como el contador trucado de un taxista los humanos vvimos contra el tiempo intentando detenerlo con el alfiler de nuestra memoria como quien clava una mariposa en un corcho lo cual es un esfuerzo claramente inutil, porque la mariposa muere al ser atravesada se tienen hijos contra el tiempo se construyen piramides se escriben libros se levantan imperios comerciales se organizan guerras y se firman paces se hace el amor con desesperacion en las noches negras todo parar el tiempo y derrotarlo pero hagamos lo que hagamos incluso si inventamos leyes de la relatividad que definen que el tiempo es una entelequia al final acabara por atraparnos nuestro día último.
Tal vez el quid de la cuestión consista en contemplar las cosas de otro modo por ejemplo tengo para mi que uno de los problemas del individuo contemporaneo consiste en vivir la vida como si fuera un trayecto hacia algun lugar es decir tendemos a quemar y a desdeñar el tiempo presente como si la verdadera felicidad y la vida plena estuvieran siempre por llegar y en ese desasosiego se nos escapa el tiempo y nos deshace.
Cuanto mejor sería poder aceptar este misterio del vivir en la plenitud de cada momento. Ya lo dijo Horacio en su oda famosa: “¡Cuánto mejor es soportar lo que sea, tanto si Júpiter nos ha concedido muchos inviernos como si es el último este que ahora azota el mar Tirreno con un oleaje adverso...! Actúa sabiamente: destila las uvas para el vino y, para tan breve tiempo, suprime las largas aspiraciones. Mientras hablamos habrá huido la vida ansiosa... Goza el día que vives (carpe diem), confiando lo menos que puedas en el que ha de venir”.
Horacio murió hace 2000 años, y antes y después que él pasaron por el mundo millones de personas. Algo tan común y tan natural no puede ser horrible: nacer y morir encierra una continuidad y una armonía. No hay que luchar contra el tiempo, sino vivirlo. La existencia es el aquí y ahora, esta explosión de luz que inunda nuestros ojos.
(Rosa Montero: Carpe diem; /El País Semanal, 5 de Enero de 1997.

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